MANEJA ESTE TIMÓN DE LETRAS...

Bienvenido a esta Bitácora, Navegante...

Este es el Diario de a Bordo de Mar Solana (Mar Cano Montil), psicóloga, escritora y cuentista... Aquí encontrarás mi «Cuaderno de Impresiones, Cuentos, Relatos, Poemas, Reflexiones y otras Historias», una especie de lenitivo para mitigar las heridas que nos inflige este mundo punzante y rasposo... Escribí mi primer cuento con once años, lo inventé en un pequeño aseo donde me gustaba jugar. Con quince decidí que quería aprender el arte de «Domar Caballos Salvajes» (léase Emociones que necesitan volver a coger sus riendas). Por eso llevo un cuarto de siglo, con sus amaneceres y sus lunas, ejerciendo la Psicología... Mis raíces son "abu-leñas" y nací en la capital, pero a mi alma le dio por asentarse a orillas del Guadarrama... Hace algo más de una década regresé a mi pequeño Taller de Letras. Y ahora soy «Psicolotora» especializada en Literalogía o «Escritóloga» en Psicoratura. Me chifla inventar palabras, tender historias de Letras en las cuerdas del olvido y airear mis impresiones al barlovento del papel... Curiosa insaciable del aspecto más espiritual de la existencia, soy como el Caracol, peregrina de un camino infinito de crecimiento y aprendizaje...

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ELIGE CÓMO LEERME...

LA MAGIA Y EL AMOR DE LAS LETRAS...


CON LA MAGIA DE LAS LETRAS Y EL AMOR DE SUS ENCUENTROS...

«La Novela es una meditación sobre la existencia vista a través de personajes imaginarios». ©Milán Kundera.


«En esta comarca no existen reyes, aficionados o vasallos de las letras; sólo la magia de los artesanos de la palabra que intentan comunicar». ©Mar Solana.


«La verdadera novela es el arte que nace de la risa de Dios».

©Milán Kundera.

martes, 27 de marzo de 2012

SOBRE EL ENGAÑO AL LECTOR O LAS MENTIRAS DEL ESCRITOR: Segunda y última parte.


Pintura: "El sembrador" de Van Gogh


“Escribir un libro ha de ser como cerner el trigo".
Doménico Cieri Estrada (1954) Escritor mexicano.

Mercedes Alfaya, escritora, trabajadora incansable de la cultura y autora de “El mundo de Aroa” nos explica:

“Le llamo ‘mal-jugar’ con el lector a llevarlo por un camino con los ojos cerrados para luego sacar el conejo de la chistera y esperar el aplauso (algo tan fácil como poco elegante). La magia hay que ponerla sobre la mesa y currarnos el truco; que el espectador piense que no es real, pero que le guste y le sorprenda lo que ve (o lo que no ve). Con respecto a ‘engañar’ al lector, hay una frase que me gusta mucho y que podría resumirlo muy bien: “Si eres burro teñido cuando llueva estás perdido”. Por fortuna, antes o después, siempre llueve en las historias del mentiroso, del engreído, del que mira al lector por encima del hombro pensando que el único listo es él..
Lo que sí debería quedarnos claro es la intención que nos mueve a escribir una historia, porque de ello va a depender en gran medida que el lector se sienta engañado o no. Por ejemplo, no es lo mismo que nos mueva la vanidad, a que nos interese compartir una historia, un hecho sorprendente, mágico, inusual o de otra índole, para lo que, desde luego, resulta lícito y hasta profesional el uso de cualquiera de los trucos o recursos que aprendimos en la ‘escuela de magia’.
Creo que lo que falta en este mundillo es reconocer que escribir, escribe cualquiera, pero a ser escritor se aprende: con oficio, tiempo, dedicación, adiestramiento, ganas y echándole muchas horas. Y cuando, a fuerza de todo esto, conseguimos que el burro de la frase luzca impecable ¿quién necesitaría teñirlo?...”.

Sin embargo ENGAÑO Y DECEPCIÓN no siempre van de la mano. Hay autores muy reconocidos, aclamados por la crítica y con una larga estela de premios en su haber que nos pueden defraudar en un momento dado y no por ello sentirnos engañados con su trabajo. A estas alturas, algunos escritores con fácil tendencia a la decepción, deberían saber que MENTIR, ENGAÑAR y DEFRAUDAR, aunque parezcan sinónimos, albergan contenidos sutilmente distintos. Según la RAE, mentir es ocultar algo o decir lo contrario a lo que se sabe. Engañar aparece como primer sinónimo de mentir y alude a dar a la mentira apariencia de verdad, inducir a alguien a que tenga por cierto lo que no lo es. Sin embargo, defraudar, aunque uno de sus sinónimos sea engañar, en su segunda acepción significa frustrar, desvanecer la confianza o la esperanza que se puso en alguien o en algo. Por lo tanto no podemos equiparar engaño y decepción, aunque es cierto que un texto, relato o novela, nos puede inducir los dos sentimientos, como nos ha pasado con la historia de Emily. Además, la mentira de un escritor siempre será juzgada de forma más dura que la decepción; la primera alberga un carácter objetivo, más fácil de reconocer por los lectores; sin embargo, el sentirse defraudado es muy subjetivo y no todo el mundo lo sufre con la misma obra.

Tampoco podemos confrontar engaño y mediocridad. Es decir, pensar que la mediocridad del escritor conduce, sí o sí, a engañar al lector; o que el que engaña es mediocre. Un escritor puede ser mediocre, pero honesto; sin embargo, hay escritores de talla y tronío que alguna vez han engañado al lector con descaro y sin ninguna clase de elegancia. Ser buen escritor no es, en absoluto, sinónimo de “no engañar al lector”; se puede escribir de fábula y pergeñar textos enrevesados y poco creíbles…

Lo importante, aunque seas aún mediocre y estés en el camino de la alfarería literaria para aprender a hacer bellos jarrones con tus letras, es ser honesto contigo mismo porque es la única forma de serlo con los demás… Así, se hará más difícil que tu ego se interponga para engañar al lector y lucirte tú. Esto no es óbice para meterte a fondo en la piel de tus personajes y dejar de ser quién eres por un rato; exigencias del guión que no tienen nada que ver con mentir al público... Es parecido al teatro... No porque seas egoísta vas a dejar de interpretar el papel de generoso o porque seas reservado no puedas hacer de imprudente... Sin embargo, el lector (o el espectador) va a quedarse con el personaje, con la fuerza que le imprimamos al papel (de actuar o de escribir...), al margen de que en nuestra vida personal, por ejemplo, nos cueste dar al otro o nos guste la discreción... Vamos, que un vividor podría interpretar perfectamente a un cura, y viceversa. Siempre y cuando la historia siga una lógica y nuestro ego no quiera despuntar a toda costa; o sea, que si somos verdugo, no giremos de repente el asta a nuestro favor para alzarnos en una víctima vitoreada y ensalzada por el público...

Me viene a la memoria un micro que escribí hace tiempo… Comenzaba con las disertaciones de una madre muy preocupada por su hijo; parecía que había perdido la cabeza por una esposa (nuera para la madre) ingrata, pero al final, ¡se trataba de una tortuga! Mi profesor me comentó que la reacción del hijo era muy exagerada y que además, la madre lo exponía con demasiada seriedad y complicidad hacia el hijo, provocando, al terminar su lectura, que el lector se sintiera algo engañado y defraudado... Al principio no lo entendí y por más vueltas que lo daba, no lo pillaba. Creo que mi incipiente ego (literario) se interponía en la sencilla tarea de la comprensión… Siguiendo los consejos y sabias recomendaciones de mi profe, conseguí al final un micro muy divertido que incluso fue publicado en una Antología de microrrelatos. Ahora, lo he leído de nuevo y comprendo “aquel engaño” (inconsciente) mucho mejor: sacar el conejo de la chistera para lucirse uno... eso fue lo que hice, sin proponérmelo, claro. Así que otra conclusión que saco de este tema es la siguiente: hasta el escritor novel más bisoño, comete este tipo de "fallos" al principio... ergo, escribir es también un camino de evolución personal o como dice José Luis Sampedro :”escribir es vivir”. Al principio, el tierno egito busca su hueco para lucirse y llenarse el ánimo con aquello de: "¡et-voilà!... ¡mira que conejito más reluciente!", pero a medida que uno se va ejercitando, entra en el noble arte de camuflarse con el papel (de actuar o de escribir), sin importarle (porque ya no se piensa en ello) que suenen más o menos los cascabeles que inflarán el ego. Por eso, si nos lo cuentan desde el corazón, si el escritor es capaz de “meterse en la piel” de sus personajes, hablar y actuar por ellos, el lector sentirá una inevitable empatía por estos seres ficticios y, aunque es consciente de que no existen, de que es un “engaño” del escritor, los integrará en su ser como si fueran coetáneos a su propia existencia.

viernes, 23 de marzo de 2012

SOBRE EL ENGAÑO AL LECTOR O LAS MENTIRAS DEL ESCRITOR: PRIMERA PARTE...



"La literatura es magia, es aparecer entre la gente sin estar físicamente, es entrar en las almas sin tener que tocar la puerta".
Doménico Cieri Estrada (1954) Escritor mexicano.

Mi más sincero y cariñoso agradecimiento a mi amiga, la escritora Mercedes Alfaya, por sus valiosas aportaciones y su inestimable ayuda con el cincel para pulir este texto…

    Salvo aquellos que deben ser fieles a los hechos, cronistas históricos, sociales o periodistas; los escritores de cuentos, relatos y novelas “engañamos” al lector, sí… Pero, ¿qué significa esto?, ¿somos (nos creemos) una especie de magos de las palabras? El escritor, en general, crea mundos ficticios, personas imaginarias y se inventa lo que escribe, pero si esas mentiras están bien argüidas, el lector transigirá, le gustará entrar en ese universo de fantasía que desplegamos para él.

Ramón Alcaraz, escritor y experimentado profesor de diversos talleres de escritura, afirma:
“El concepto "engaño" es aquí relativo, ya que en realidad el lector admite la "trampa", que el relato lo lleve por donde no había imaginado, para ser sorprendido al final; pero hay que hacerlo bien. (argumentar tu ficción con elegancia…) Digamos que es un problema de coherencia, de no contradecirse dentro de una historia… Es decir, "engañar" es un concepto relativo; podemos "engañar" al lector narrativamente hablando, pero siempre con coherencia dentro de lo que inventamos. Si el lector no aprecia o descubre ese "engaño" con error, sino como recurso, significa que se ha hecho bien, y entonces lo admite y le gusta. Tendríamos también que analizar cada caso, pero es algo muy evidente para los lectores”.
Por ejemplo: supongamos que leo una novela con una línea argumental muy interesante… Emily, el personaje principal, es una mujer ligera de cascos, frívola y licenciosa. En apariencia, no es retorcida o manipuladora; pero es fría y le gusta calcular las distancias. Disfruta mucho flirteando con hombres más jóvenes, pero el sexo lo reserva para hombres maduros y experimentados con los que su voluptuosidad se desborda como la crecida de un río sin presas. La trama, un misterioso asesinato, gira en torno a esta mujer. A medida que avanzas en la lectura, te enamoras (literal) del personaje de Emily. Algunos imaginarán vivir esa misma pasión en sus encuentros sexuales y proyectarán la sombra de sus propios deseos latentes, reprimidos o encubiertos por la educación. Las mujeres querrán imitar la fogosidad de Emily y los hombres imaginarán un encuentro con ella… Seguimos adentrándonos en la narración, en el complejo bosque de palabras: aparece el cadáver de un hombre joven, muy atractivo, totalmente desnudo flotando en el río… Emily es la primera sospechosa, sin embargo (si recordamos) ella sólo tonteó con los jóvenes, el contacto más íntimo lo reservaba para caballeros más mayores. Desde este punto de vista, la podemos ir salvando de la quema porque, en el fondo, nos gusta Emily; es frívola, pero de ahí a ser una asesina, va un trecho. De repente y sin que el lector (o sea, nosotros) hayamos leído una evolución evidente en el personaje, una transformación causal, Emily se convierte en una mujer timorata de la noche a la mañana que detesta a los hombres y encima se va a sentar en el banquillo de los acusados… Es evidente que como lectores y seguidores incondicionales de Emily nos sintamos “engañados” por el escritor. Engañados y defraudados, las dos cosas. El mundo de ficción creado por la trama y los personajes no están bien argumentados. ¡Piii-piiii-piiiii! (suena el avisador). Quizás el escritor, con objeto de apurar la historia, se comió unos cuantos capítulos en los que la fría Emily se enamoraba hasta la locura de un atractivo muchacho, veinte años menor que ella. El zagal, frívolo y descastado como ella, no siente lo mismo y cuando Emily le declara su amor, él la humilla y la abandona… Quizás, con estos devenires extraviados u omitidos, podría ser más creíble un cambio drástico en la protagonista, de licenciosa a pacata y además cabreada con el género masculino; incluso el lector sería capaz de admitir que fuera ella la asesina aunque con ello tuviera que derribar los ideales que se había fabricado sobre esta mujer… Con esta historia, además de engañados, nos sentiríamos también desilusionados. Emily es el traje a medida que el sastre de las palabras va diseñando para el lector; un dobladillo aquí, unos cuantos bolsillos por allá, un buen forro… Queremos que ese traje nos encaje a la perfección, no puede suceder que, por ejemplo, los bolsillos cuelguen flácidos y veamos varias costuras sin rematar porque el sastre tenga prisa o quiera ahorrarse los pasos necesarios para acabar bien su trabajo. No sólo admitimos que Emily es un personaje inventado, cosido paso a paso, es que además nos gusta; por eso la invención debe ser coherente para que el traje nos quede perfecto. Debemos entender por qué, de repente, Emily se vuelve una mujer reservada y cambia su actitud con los hombres. El lector necesita saber qué le ha ocurrido, el sastre no puede (ni debe) saltarse costuras… Si todas las mañanas me tomo el café en el mismo bar, me lo sirve un camarero que siempre me da los buenos días y es muy amable conmigo; si una mañana me mira con cara de pocos amigos y además me lo sirve frío, lo normal es que me pregunte qué le ha podido suceder para que, sin explicación alguna (para mí), cambie su actitud conmigo. Pero tengo la suerte de contar con otra camarera que me lo cuenta: la otra mañana se me derramó el café, le pedí otro como si tal cosa y ni siquiera le di las gracias por intentar atrapar con toda su paciencia aquella mancha marrón que se escapaba por mi asiento. Las personas, aunque sean invenciones dentro de un mundo también fantástico, deben ser cien por cien creíbles, igual que en el mundo real; no se cambia de la noche a la mañana sin una buena razón, a no ser que se tengan problemas mentales, claro, y no es el caso de Emily o de nuestro amable camarero.
Como dice Gilbert K. Chesterton, un escritor inglés del siglo pasado:
"Una buena novela nos dice la verdad sobre su protagonista; pero una mala nos dice la verdad sobre su autor".

jueves, 22 de marzo de 2012

NECESITO AYUDA...


¡VIVA EL "LAPICITO" DE BLOGGUER, VIVAAA!! ¡REIVINDICAMOS SU VUELTAAA!! ¡HIP, HIP, HURRAAA! :DD


¡MUCHAS GRACIAS A TODOS POR VUESTRA AYUDA, SOIS UNOS SOLES, NAVEGANTES!


Hola, Navegantes:

Os pido disculpas por la entrada publicada sin ningún contenido, pero estoy haciendo pruebas porque me ha desaparecido un elemento de la página de entradas y no hay manera de restablecerlo. Al final de la entrada no me aparece el "lapicito" que te permite la "edición rápida"... Ya he probado con "DISEÑO" y "CONFIGURACIÓN", donde me aparecen esas herramientas perfectamente activadas; sin embargo, cuando voy a la entrada... ¡¡no aparece y no puedo corregir nadaaa!! Por eso he probado a publicar algo, a ver si lo restablecía, pero no hay manera...

Estoy cansada, cabreada, tengo sueño y ya no se qué más hacer... ¿Podéis ayudarme?

GRACIAS ANTICIPADAS.


miércoles, 14 de marzo de 2012

'CONTAGIO' Y SARAMAGO...



Un zorro volador (una especie de murciélago), huésped de un extraño virus, mordisquea una banana en Hong Kong… esa banana es desechada para los cerdos… los cerdos se la comen con avidez… uno de los cochinillos es sacrificado para un prestigioso hotel… el cocinero, sin ninguna precaución o asepsia, lo trincha para cocinarlo; le vacía la boca y se llena las manos de sangre… un camarero entra en la cocina y le dice al cocinero que una acreditada ejecutiva de Illinois quiere fotografiarse con él… el maestro de viandas sonríe, en un gesto rápido se limpia las manos en el delantal y sale a inmortalizarse con la bella dama… le tiende a la joven una mano, la misma que unos minutos antes estaba embadurnada de sangre del lechón, se dispara un flash… y comienza la pesadilla... Ese virus, en principio inofensivo para los murciélagos y ante el que permanecían indemnes, muta en el cerdo y se convierte en letal para el ser humano. Se transmite por el aire, con el mínimo contacto, y produce una encefalitis mortal. Este es el origen de la terrorífica infección que se extiende como la pólvora en ‘Contagion’ (Contagio), la interesante peli de Steven Soderbergh (‘Ocean's Twelve’, ‘Solaris’, ‘Erin Brockovich’…) que he visto hace poco. Parece un tema muy manido, pero la película, la verdad, tiene su aquel. 


Me ha gustado mucho lo que se lee entre líneas, como en una buena novela, todo aquello que el escritor nos muestra sin necesidad de explicaciones gratuitas, para que el lector pueda extraer sus propias conclusiones sin ser adiestrado; son migajas, pistas o señales para activar las carreteras del pensamiento o de las reflexiones que alimentan la consciencia. Como la prosa narrativa del genial y ya fallecido escritor portugués, José Saramago ( creo que las dos últimas sílabas de su apellido son un buen epíteto de su escritura...). A medida que la peli avanzaba, su desarrollo me ha conducido al recuerdo de dos de sus más célebres e interesantes novelas: “Ensayo sobre la ceguera” y “Las intermitencias de la muerte”; tanto en los libros como en la peli podemos percibir, de forma muy clara y sutil, las similitudes y paralelismos que nos invitan a parecidas meditaciones: ¿Por qué (o para qué) el ser humano es la especie más ruin cuando su vida está en juego?, ¿por qué es necesario que en estas situaciones alguien (o algunos) se erija en faro o guía del camino de una mayoría “dormida” y abocada por ello a la extinción? 
Todas estas historias depositan en algún rincón de la mente del espectador la patética semilla del lado más decrépito y miserable del ser humano, esa inoportuna simiente que germina en situaciones extremas y aterradoras. En la teoría de la evolución de Darwin, se cuestiona la supervivencia de los “débiles” y se apuesta por una cruel “selección natural” de los más fuertes. Quizás, lo que Darwin quiso decir, es que debían morir los individuos menos “válidos”, los que menos aportan al grupo o son muy diferentes al resto, para que la especie evolucione y pueda seguir adelante. Lo mismo no fue una teoría desacertada para aquella época en la que la ciencia daba sus primeros pasos por un sendero reduccionista; sin embargo, vista desde un prisma más actual, me parece una forma de pensar cruel y muy materialista… A lo mejor, la fuerza ya no es tan adecuada para sobrevivir, como nos describe Saramago o vemos en la película, acaso sea más importante el sentido común y un pensar sano, porque detrás de los individuos más fuertes (en apariencia), casi siempre encontramos una gran debilidad de pensamiento y emoción. 

En “Ensayo sobre la ceguera”, el miedo a quedarse ciegos y el instinto de sobrevivir a cualquier precio, les enfrenta a lo más primitivo y mezquino de la especie humana; cualquier vestigio de civilización peligra como un nevero con el primer rayo de sol. Sin embargo, tanto la peli como la novela dejan bien claro que, a pesar de las vilezas cometidas por el terror a morir o a quedarse ciego, la consciencia es indestructible y siempre quedará alguno o algunos para recordárselo a los que sólo les interesa su salvación: el faro de la consciencia frente a nuestros instintos más primarios… Y en el aire, se mece la pregunta ineludible: ¿Y a nosotros?, ¿nos interesa seguir esa luz?, o ¿nos resulta más cómodo perdernos entre el rebaño ignorante y dejarnos conducir? 


En “Las intermitencias de la muerte”, Saramago nos plantea una atractiva y fantástica hipótesis: “¿qué pasaría si la gente de un país imaginario, coincidiendo con la llegada de un nuevo año, dejara de morir?”… Y ojo, que no se refiere a la deseable inmortalidad del héroe, esa con la que todo ser humano ha soñado alguna vez; nos habla de una molesta “eternidad” que se convierte en una verdadera lacra burocrática y social, del terrible choque demográfico que se genera con una repentina ausencia de mortandad y del peligro de todas las profesiones y estamentos relacionados con Tánatos. Y como, de la nada, siempre surgen individuos saprófitos dispuestos a lucrarse con el mal ajeno: del que muere con la facilidad de una chinche, en el caso de la peli, y del que no se muere ni para atrás, en el caso de la novela. En esta época tan materialista y abocada al consumo desmedido, no se qué resulta más amenazante o aterrador: un mal muy contagioso, la ausencia de descanso eterno o todas las cínicas y tóxicas artimañas que despliegan los protocolos burocráticos, como una alfombra envenenada, en este tipo de situaciones. Y es que, cuando está por medio el poderoso caballero de papel y metal, la muerte (o la inmortalidad) pasa a un plano secundario como una actriz de reparto, y sobre el escenario cobran protagonismo las mafias invisibles que manejan los hilos y obtienen beneficio con la desgracia ajena. El eterno dilema de la humanidad: infortunio de muchos… fortuna de unos cuantos. 


Además de todas estas sincronicidades, la peli tiene un hilo conductor que no podemos pasar por alto: como se puede llegar al más atroz aislamiento social y a la desconfianza más cruel por miedo al otro. Un inocente y cotidiano apretón de manos puede convertirse en el más peligroso de los gestos, uf… Precisamente ese era el tema de uno de los primeros relatos que escribí, “Los abrazos castigados”, basado en la hipótesis fantástica de: “¿Qué pasaría si estuviera prohibido abrazarse en público?”… 


Como ya os he comentado al principio, esta película da para pensar y mucho… Muy recomendable si aún no la habéis visto.

AD AETERNUM...

PENSAR... MAR ADENTRO.

PENSAR... MAR ADENTRO.
«La mente intuitiva es un don sagrado del que la mente racional es su fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que honra el sirviente y ha olvidado su don» © Albert Einstein. Imagen: Faro de Suances (Cantabria) © Mar Solana.

CUADERNO DE BITÁCORA: "DIARIO DE NAVEGACIÓN" ...


Hace medio siglo ya me gustaba llevar lectura al campo ☺️

Soy la niña que asoma por la esquinita de la ventana, la primera por la izquierda... 😃 GRACIAS, MÓNICA...

NAVIDAD BLOGUERA 2020-2021

NAVIDAD BLOGUERA 2020-2021
¡Gracias, Mónica! Por tu trabajo y generosidad cada año :)

NAVIDAD BLOGUERA 2019-2020

NAVIDAD BLOGUERA 2019-2020
¡Gracias, Mónica! Eres una artista :)

Navidad Bloguera 2018-19-Tarjeta Personalizada

Navidad Bloguera 2018-19-Tarjeta Personalizada
¡Gracias Mónica! 🤗

ME GUSTARÍA SER DUEÑA DE UN INGENTE TESORO...

ME GUSTARÍA SER DUEÑA DE UN INGENTE TESORO...
... EL TIEMPO DESGRANADO Y SIN PRESTEZAS PARA ESCRIBIR, ESCRIBIR, SÓLO ESCRIBIR...

«Escribir es un autobús que te conduce a la calle Catarsis, con muchas paradas, pero directo».

«Escribir es un autobús que te conduce a la calle Catarsis, con muchas paradas, pero directo».
¿Y leer? Me apasiona devorar libros. Es como visitar el hogar espiritual de mis escritores favoritos y paladear un delicioso vino de su mejor cosecha de Letras... Un buen libro es como una liana, te ayuda a desplazarte por la inmensa selva de tu imaginación... Leer también me facilita la tupida tarea de ir desbrozando esa maleza que se enreda entre la escasez de ideas y la falta de inspiración... ¡Nunca dejes de leer!

SABIA MAFALDA...

¿Te apetece entrar en mi Cuaderno de Bitácora?

¿Te apetece entrar en mi Cuaderno de Bitácora?

GIRASOL...

GIRASOL...
Mandala pintado por © Mar Solana.
MANDALA DEL SOL...

«Para alcanzar algo que nunca has tenido, tendrás que hacer algo que nunca has hecho.»

JOSÉ SARAMAGO: 16 de noviembre de 1922 - 18 de junio de 2010... ¡HASTA SIEMPRE MAGO DE LAS LETRAS!

JOSÉ SARAMAGO: 16 de noviembre de 1922 - 18 de junio de 2010... ¡HASTA SIEMPRE MAGO DE LAS LETRAS!
"La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva. Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran." Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte...

EL BESO QUE TE ADIVINA ...

EL BESO QUE TE ADIVINA ...
... es la luz que te conduce a sacar de tí lo mejor, a crecer en la mirada de quien verdaderamente te ama. El verdadero amor te quiere libre y como ser expansivo. Nunca admite murallas para el alma que respira... Es descubrir tu segunda piel, la que te eleva a la capacidad de ser decididamente afectivo, humedeciendo con licor de alegría los desiertos emocionales ... CARLOS VILLARRUBIA.

VIVIMOS SIEMPRE JUNTOS...

Llenamos el caldero
de risas y salero,
con trajes de caricias

rellenamos el ropero.

Hicimos el aliño

de sueños y de niños,
pintamos en el cielo
la bandera del cariño.

Las cosas se complican,
si el afecto se limita
a los momentos de pasión...

Subimos la montaña

de riñas y batallas,
vencimos al orgullo
sopesando las palabras.

Pasamos por los puentes

de celos y de historias,
prohibimos a la mente
confundirse con memorias.

Nadamos por las olas
de la inercia y la rutina,
con la ayuda del amor.

Vivimos siempre juntos, y moriremos juntos,
allá donde vayamos seguirán nuestros asuntos.
No te sueltes la mano que el viaje es infinito,
y yo cuido que el viento no despeine tu flequillo,
y llegará el momento
que las almas
se confundan en un mismo corazón...
(Letra y música: Nacho Cano)

ESTA SEMANA, TE RECOMIENDO... COGE UNA DE MIS CARACOLAS Y PPPSSSHHH... ESCUCHA...

Blade Runner ¡Forever!